13 sept 2011

El juego, el vínculo, la sinapsis neuronal

Últimamente se oye hablar mucho de neurociencia: es aquella disciplina que nos describe el cerebro de una manera muy  profunda y precisa gracias a la utilización de las últimas y nuevas tecnologías de imágenes. Y no sólo sabemos más de la estructura y funcionamiento cerebro humano, sino de cómo se desarrolla y crece durante la infancia

Evania Reichert nos cuenta en su libro “Infancia, la edad sagrada” algunos datos reveladores para los padres y educadores: (1) que el cerebro humano nace inacabado y (2) que los afectos estimulan las sinapsis nerviosas (conexiones neuronales). Y otro dato más: (3) los períodos sensibles son momentos en los que determinadas áreas del cerebro se encuentran en una floreciente epata madurativa; si éstas se estimulan surgen nuevas aptitudes físicas y psicológicas. Sin embargo, lo que no es utilizado sufre una poda (poda neuronal).

(1)  El ser humano nace con la estructura de su sistema nervioso completa y con todas las neuronas que utilizará el resto de su vida. Sin embargo, apenas hay conexión entre sus cien billones de neuronas. Para que estas se produzcan se hace necesario estimularlas ¿Cómo? Con las interacciones con los adultos y el medio que le rodea: juegos de estimulación visual, auditiva, táctil, olfativa, gustativa y motora. La observación de lo que le rodea, la imitación, la acción.

(2)  En los últimos años se ha descubierto que el buen vínculo creado entre el bebé y sus padres (o cuidadores principales) libera unas hormonas de bienestar y placer que favorece las sinapsis nerviosas. Es decir, una relación de respeto y cariño con nuestros hijos es tan importante como todos los juegos sensoriales y motores que le ofrezcamos.

En los Talleres de Juegos solemos insistir en que el principal objetivo de éstos es que padres y bebés disfruten, rían y se diviertan juntos. No perseguimos que los infantes sean más inteligentes o que adquieran habilidades motoras “antes de tiempo”.

(3)  Según Doman, un bebé se apoyará sobre sus manos cuando esté boca abajo, luego girará sobre sí mismo, más tarde reptará y  gateará, y por último andará. Dicho orden es inalterable y en cada niño tendrá lugar según su tiempo. Sin embargo, si durante el período sensible del gateo no le damos la oportunidad de moverse libremente, puede que éste nunca ocurra, aunque esté preparado genéticamente para ello. 

Nunca antes se supo tanto de la infancia y su evolución. Los datos que surgen revelan  que un ambiente familiar y social de respeto, cariño y alegría influyen decisivamente en la formación del futuro adulto. A los padres nos toca ser conscientes de esas fases cruciales por las que cada niño pasa y estar a su lado apoyándolos. Ellos tienen un instinto natural por crecer y aprender, por disfrutar de la vida: evitemos poner frenos a su desarrollo.


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